Inversión Real: Negocios, No Papeles.
Notas sobre invertir: ideas, pensamientos, reflexiones y más.
Cuando bajan los precios del concreto o las cabillas, el constructor no duda: aprovecha. Lo mismo hace el dueño de un restaurante cuando los alimentos caen de precio, o una familia durante el Black Friday. No debería ser distinto para el inversionista, también nosotros nos beneficiamos cuando las acciones cotizan a la baja: el mercado ofrece rebajas.
Por definición, el margen de seguridad está estrechamente vinculado al precio. Cuanto más bajo sea el precio respecto al valor intrínseco del negocio, mayor es la protección frente al error. Si eres dueño de un buen negocio, no lo venderías por un alza en las tasas de interés ni por un titular alarmista. ¿Por qué hacerlo entonces con grandes empresas que cotizan en bolsa?
La volatilidad no es una señal de salida. Es el precio que pagamos por acceder a la rentabilidad que ofrece el mercado a largo plazo. Así como el empresario entiende que su negocio atraviesa ciclos y ajustes, el inversionista disciplinado debe comprender que los mercados también fluctúan —y que esas fluctuaciones son oportunidades, no amenazas.
Resulta curioso cómo muchos empresarios exitosos, hábiles para construir y hacer crecer sus negocios, terminan perdiendo dinero en Wall Street al caer en la especulación. Olvidan lo más esencial: una acción representa una participación real en una empresa. Como bien decía Benjamin Graham:
"Una operación de inversión es aquella que, tras un análisis exhaustivo, promete seguridad del capital y un retorno adecuado. Las operaciones que no cumplen estos requisitos son especulativas."
Invertir es asumir la propiedad parcial de empresas con visión de largo plazo. Es confiar en la acumulación gradual de valor intrínseco, generado por la capacidad de estas compañías para producir bienes y servicios relevantes, adaptarse, competir, prosperar y capitalizar el cambio. Las empresas verdaderas generan riqueza —para la sociedad y para los inversionistas que las respaldan.
La especulación, en cambio, es su opuesto. Se trata de operaciones de corto plazo, orientadas a papeles —no negocios— en función de expectativas sobre el precio, más que sobre el valor. Se compra con la esperanza de que otro pague más, sin prestar atención a lo que realmente se posee.
En tiempos de ruido, titulares e incertidumbre, conviene volver a lo básico: entender lo que compramos, por qué lo hacemos y a qué precio. La inversión no es un acto impulsivo, sino una decisión racional. Y cuando se construye sobre fundamentos sólidos, el paso del tiempo se convierte en el mejor aliado.
“La orgía de especulación a la que asistimos hoy no sirve a los participantes en el mercado. Solo sirve a Wall Street.” John C. Bogle
Reflexiones
Mantengámonos alejados de inversiones donde el riesgo sea desproporcionado: ganar poco y perder mucho nunca es un buen negocio. La relación riesgo-recompensa debe estar siempre a nuestro favor.
Las mejores decisiones de inversión se fundamentan en análisis objetivo y aritmética sólida, no en emociones pasajeras como el optimismo o el pesimismo.
Nunca te encuentres en una posición en la que tus miedos, una posición emocional, te lleven a vender.
Evita desastres. Nunca hagas algo en lo que puedas perder mucho dinero. Es lo más importante en la inversión.
Nuestro costo de oportunidad es el rendimiento de la segunda mejor alternativa disponible. Si una inversión rinde 15% y otra 12%, el costo de oportunidad es 12%. La paciencia no es pasividad: es esperar por ideas que realmente justifiquen el capital y el riesgo.
No basta con evaluar el resultado final de una inversión. Siempre debemos preguntarnos: ¿Qué habría pasado en otros escenarios probables? Taleb llama a esto “historias alternativas”, y entenderlas nos ayuda a tomar mejores decisiones en el futuro.
Parafraseando a Naval Ravikant, invertir es una profesión en la cual puedes mejorar objetivamente cada día hasta el día de nuestra muerte.
Sesgos cognitivos y modelos mentales
Reversión a la media: Las rentabilidades fluctúan alrededor de una media a largo plazo, pudiendo haber series temporales extremas. "A mayor extremidad esperada, mayor será la regresión." Los periodos de rentabilidad baja suelen ir seguidos de rentabilidad alta y viceversa.
“La vuelta a la media es la regla de hierro de los mercados financieros.” —John Bogle
En la literatura financiera.
“Confía en una cartera bipolar, con un segmento para las buenas noticias y otro para las malas, buscando las clases de activos más volátiles para hacer el trabajo. Construye murallas alrededor de la renta variable, como los futuros del oro, el capital riesgo, los bienes inmuebles, los instrumentos denominados en divisas, los títulos del Tesoro protegidos contra la inflación (TIPS) y los bonos a largo plazo.” John C. Bogle
“El efectivo, que en muchas compañías se ve como algo a minimizar por ser improductivo (y que lastra el ROE), nosotros lo vemos como el oxígeno que nunca lo notas, hasta que te falta y entonces es lo único que importa“. Warren Buffett
Una regla simple y común para asignar bonos en nuestras carteras es esta: el porcentaje en bonos debería aproximarse a nuestra edad —por ejemplo, 20% a los 20 años, 70% a los 70. Sin embargo, más allá de la edad, lo realmente determinante son nuestros ingresos. Si estos son estables y cubren nuestras necesidades con holgura, esa proporción se vuelve menos relevante. También es fundamental considerar el contexto de mercado. Hay momentos en los que los bonos ofrecen una combinación más atractiva de rendimiento y menor riesgo que las acciones. La clave está en ajustar nuestras carteras según la relación riesgo-retorno que plantea cada ciclo económico.
Conservar el capital es más que conservar bienes; es garantizar la independencia, la libertad de elegir cómo vivir, como decía Schopenhauer, “la emancipación de la servidumbre”. Solo quien controla su tiempo puede decir: el día me pertenece.
"Usar el dinero para comprar tiempo y opciones tiene un beneficio en el estilo de vida con el que pocos bienes de lujo pueden competir". —Morgan Housel