“Hay recesiones, hay caídas en la bolsa. Si no entiendes que eso va a pasar, no estás preparado y no te irá bien en los mercados.” — Peter Lynch
Para la mayoría, el interés por las acciones se desvanece justo cuando sus precios caen. Es un reflejo común, casi instintivo, pero profundamente equivocado. Cuando un negocio de calidad cotiza con descuento, no debería despertar temor, sino entusiasmo. Después de todo, ¿quién no se alegra al encontrar algo valioso en rebaja?
Ahí es donde entra en juego el concepto de margen de seguridad. No se trata solo de un principio financiero, sino de una filosofía de inversión. Cuanto menor sea el precio pagado en relación con el valor intrínseco del negocio, mayor será la protección frente a errores de juicio, imprevistos o cambios en el entorno económico. Es el colchón que separa una decisión razonable de una temeraria.
Pero el margen de seguridad no se construye únicamente con precios bajos; también se fortalece con diversificación. Al ampliar el número de posiciones en una cartera, reducimos la dependencia de cada una y aumentamos la probabilidad de que los aciertos superen a los errores. La aritmética nos favorece: cada acción puede caer, en el peor escenario, hasta cero; pero al alza, no hay techo. La proyección es compuesta, potencialmente infinita. El resultado es una mayor consistencia entre los rendimientos obtenidos y los esperados.
La línea que separa la especulación de la inversión es la disciplina. Invertir no consiste en adivinar el próximo movimiento del mercado, sino en valorar correctamente un negocio, comprarlo con margen de seguridad y dejar que el tiempo y los resultados hagan su trabajo. Esa diferencia —la que protege el capital ante la volatilidad— nace del análisis riguroso, del estudio de fundamentos, de ratios sólidos y del sentido común aplicado con paciencia.
Invertir, en esencia, es un acto de cautela y convicción. No se trata de anticipar el ánimo del mercado, sino de construir con lógica, método y paciencia. En un entorno donde reina la incertidumbre, el margen de seguridad no solo protege: también da claridad. Porque cuando se invierte con fundamentos, incluso las tormentas del mercado pueden convertirse en oportunidades de largo plazo.
— Jesus Delascio
Benjamin Graham, señaló una vez: “A corto plazo, el mercado de valores es una máquina de votar,[pero] a largo plazo es una máquina de pesar”
En Peter Lynch: Irlanda, el golf y el crash de 1987
En octubre de 1987, Peter Lynch —gestor del legendario fondo Magellan— hizo algo inusual: se fue de vacaciones con su esposa a Irlanda. Pasaron días entre castillos, paisajes, golf y paseos por el Anillo de Kerry. Nada de empresas ni balances. Ni una sola visita financiera. Solo descanso. Pero mientras Lynch besaba la piedra de Blarney el viernes 16, el Dow Jones caía 108 puntos. El jueves anterior ya había bajado 48. A pesar del entorno idílico, el mercado empezaba a crujir. Durante el fin de semana, entre ronda y ronda de golf, Lynch llamaba a su oficina. Pensaba qué vender, qué comprar si los precios seguían cayendo. La sensación de mal augurio lo acompañaba incluso al jugar. El lunes 19, mientras enfrentaba uno de los campos de golf más duros de Irlanda, el Dow se desplomó otros 508 puntos: el mayor colapso en la historia de un solo día. Magellan perdió el 18%: 2.000 millones de dólares. Esa tarde no descansó. Desde su hotel, pasó horas al teléfono con su equipo, decidiendo qué acciones vender para atender la avalancha de reembolsos. Primero vendieron en Londres —donde los precios eran más altos por un cierre inusual el viernes anterior causado por un huracán—, y luego en Nueva York, tratando de anticiparse al desplome total. Lynch recuerda no haber distinguido qué pescado comió esa noche: “cuando tu fondo pierde el PIB de un país, da igual si es bacalao o langostino”. Volvió a casa el día siguiente, impulsado por una necesidad vital de estar presente. Las preocupaciones lo habían vencido. La idea del “fin del mundo financiero” lo había acompañado desde el momento en que el avión despegó. Pero con el tiempo, pudo mirar hacia atrás con más claridad y extraer tres lecciones fundamentales: No dejes que el ruido arruine una buena cartera. No dejes que el ruido arruine unas buenas vacaciones. Nunca viajes al extranjero sin suficiente efectivo. A pesar del colapso, menos del 3% de los inversores de Magellan se retiraron. En diciembre, el mercado ya subía. Y para junio de 1988 había recuperado más del 23%.
Resumen de un paseo por delante de de wall street